Todos deberíamos plantearnos comprar una impresora 3D para nuestra casa. Un reciente estudio hecho por Joshua Pearce, profesor asociado de la Universidad Tecnológica de Michigan, ha demostrado que tener una impresora de uso personal podría hacernos ahorrar tanto dinero que en apenas 5 años habríamos recuperado la inversión.
Para el experimento, Pearce se puso en contacto con una estudiante de Ingeniería completamente ajena al universo de las impresoras 3D. Emily Peterse, la joven, no había tocado nunca una y consideraba que podría llegar a ser muy complicado. Lo que se buscaba con alguien ajeno era acercar el experimento lo máximo posible a la realidad.
Durante el estudio utilizaron una impresora Lulzbot mini, de uso sencillo y que permite usar software y hardware de otros desarrolladores, y durante 6 meses seleccionaron aleatoriamente 26 objetos de uso cotidiano en una casa, como una olla, portaherramientas o grifos para la ducha. Registraron el precio de cada material usado en los objetos creados, la energía que consumía hacerlo y el tiempo que llevaba cada impresión, y finalmente compararon el precio del objeto resultante con dos exactamente similares vendidos en tiendas: la opción más barata y la opción más cara que podían conseguirse de cada uno de los objetos impresos.
El profesor llegó a la conclusión de que con las versiones baratas de los objetos el ahorro que se conseguía era de 259,94 dólares, y con las versiones más caras, se podía llegar a ahorrar unos 1.357,4 dólares, resultando un ahorro de hasta el 98,65%.
Con los porcentajes de los objetos más baratos la impresora se pagaba en 5 años, pero con los porcentajes de los objetos más caros, podía llegar a autofinanciarse en 6 meses y, tras 5 años, los costos asociados al usuario le estarían ahorran 12.000 dólares.
Emily Peterse, además, encontró relativamente sencillo habituarse al hecho de imprimir los objetos. Para ella, que le resultara tan simple después de solo un par de semanas habituándose, es el ejemplo de lo fácil que resultaría que todos pudiéramos tener una impresora 3d en nuestra casa.
Hoy en día, cada vez más, las impresoras 3D resultan muy prácticas tanto para uso industrial como para uso personal. Un ejemplo de esto último es la impresora de XYZ da Vinci miniMaker, que por menos de 300 euros ha sido desarrollada para que los más pequeños de la casa puedan imprimir sus juguetes y creaciones en 3D. Imagínense por un momento el ahorro que podría suponerles si en lugar de gastar en ladrillos de construcción o soldaditos de juguete, pudieran simplemente imprimirlos en el salón de sus casas, adaptando además la forma, el tamaño, o incluso el color del nuevo juguete.
Juguetes impresos pieza a pieza con la impresora XYZ da Vinci miniMaker
Y si lo que se busca es emular el experimento de la Universidad Tecnológica de Michigan, una buena alternativa, también de esa marca, es la impresora 3d modelo da Vinci Junior 1.o Pro, que por 499 euros nos permite trabajar con filamentos de otros desarrolladores y acaba resultando, tras unos días de uso, muy intuitiva y sencilla de utilizar, de forma que podríamos imprimir nuestros propios objetos cotidianos en 3D y, a la larga, acabaríamos ahorrando una buena cantidad de dinero.
Las impresoras 3D son el futuro pero mucho más el presente. Es una tecnología que ha llegado aquí para quedarse, y ahora solo falta que nos habituemos y la pongamos a nuestro servicio. Como demuestran estudios como el de Joshua Pearce, invirtiendo en esta tecnología incluso a nivel particular, la tasa de retorno de la inversión acaba siendo positiva para nuestros bolsillos.
Fuente: www.mdpi.com